El miedo a la muerte… ¿Es un aprendizaje socio-cultural?

    El miedo a la muerte es uno de esos monstruos que habitan en nuestras ciénagas interiores. Y, aunque tal miedo no sea “plato de buen gusto”, el hecho de mirarlo de frente para más tarde abrazarlo, nos permite caminar con el alma un poco más desnuda y el corazón más abierto.

(Miedos y resistencias a la muerte, EDTe, 2023, p.2.)

    Para empezar, y antes de abordar el núcleo problémico de este escrito:  el miedo a la muerte, quiero dedicar unas líneas a una pregunta esencial para todos los humanos: ¿Qué es el miedo?, y lo voy a hacer desde un ejercicio reflexivo-argumentativo acerca de las preguntas, basándome en un precioso texto de la Escuela Española de Desarrollo transpersonal (EDTe), que se llama:  Miedos y resistencias a la muerte (2023). 

    El miedo hace referencia a una emoción primaria, que se deriva de un natural rechazo a las amenazas o riesgos, y que se encuentra presente en todos los animales, esta emoción se desencadena cuando percibimos una amenaza o un peligro, sea estos reales o supuestos, presentes, pasados o futuros, y su máxima expresión es el terror y el pánico.  Toda emoción, asegura la EDTe (2023), busca colocarnos en movimiento, y activar un sensor interno, es decir, cada emoción nos señala algo a lo que debemos colocar nuestra atención, para ayudar a entender y también a interpretar aquello que está sucediendo, por lo tanto, la escuela utiliza una expresión bastante ilustrativa:  Las emociones actúan como “luces de neón” (EDTe, 2023, pág., 5)

    Estas “luces”, sirven de alerta gracias a la reacción bioquímica del cuerpo, pero cuando la proporción del miedo se adecua o está en correspondencia con el estímulo, podemos decir que el miedo es real, y por supuesto útil para asegurarnos nuestra supervivencia, pues nos ayuda a colocarnos a salvo, si no sintiéramos miedo, estaríamos totalmente vulnerables y expuestos al peligro.  El miedo se encuentra fuertemente vinculado con la muerte y con la vida, y nos prepara para responder con tres reacciones posibles:  huida, enfrentamiento, o paralización-congelación.

    Nos aclara la EDTe (2023), que no todas las amenazas o peligros ante los cuales reaccionamos con miedo, son reales, muchas de ellas son aprendidas culturalmente, o son temores que persisten ante un peligro pasado o subjetivo que nada tiene que ver con el presente. Este tipo de miedo que se lo percibe como limitante, nos bloquea y no nos permite gestionar el día a día, nuestra cotidianidad, pues, aunque sea una amenaza subjetiva o real desencadena en nuestro organismo las reacciones mencionadas en el párrafo anterior.   Esta emoción se convierte en desadaptativa, nos somete a un modo de supervivencia, con una sobrecarga de estrés y ansiedad, algo que en el texto se equipara al miedo neurótico de Freud, en su teoría del miedo.

    Ahora sí, con este preámbulo, adentrémonos en el miedo a la muerte; los autores nos dicen que este miedo a la muerte, es alimentado por los mitos y las leyendas urbanas, impregnándose de una realidad bastante distorsionada del final de la vida, sobre todo cuando se acude a relatos y narraciones tenebrosas, oscuras, peligrosas, que lo único que acrecienta es el temor hacia algo que debe ser percibido con naturalidad, es decir con aceptación y serenidad.  Percibir el final de forma natural, nos lleva a comprender nuestra condición finita e impermanente, o como dicen los autores: “… vivir implica una continua despedida. Morimos un poco cada día desde que nacemos”.  (EDTe, pág. 7). 

    El miedo a la muerte es un reflejo de uno de los mayores temores ancestrales del ser humano, vale la pena detenerse en aquellos aspectos (seguramente no consientes), en que se asienta este temor:

      • El miedo a la extinción: La muerte nos confronta con la pérdida de la identidad personal, y a mayor identificación con el constructo-yo, mayor será el drama de la despedida o del acercamiento al final de la vida.  A La identidad personal, o el ego, definido por los autores como el centro psicológico operativo, le podemos otorgar el sentido de identidad, y creemos que todo debe y puede estar bajo su control, nos aferramos a preservar el sentido de esa identidad a toda costa, generándonos sufrimiento, pues desconocemos nuestra verdadera naturaleza (ser finitos y mortales).  Como posible solución a este drama que el ego nos presenta, no se nos aconseja “matarlo”, sino trascenderlo, a través de lo que los sabios y los místicos, denominan: “interiorización silenciosa”, para develar la gafa egoica de ver la vida.

        Esta interiorización silenciosa debería ser trabajada en las aulas de clase, desde niveles tempranos, es decir, desde preescolar, hasta el final de la escuela secundaria, por lo menos.

        • El miedo a lo desconocido:  Los humanos nos resistimos al cambio, por el temor a lo desconocido, y, por tanto, ese gran salto hacia el infinito que constituye la muerte, se nos presenta como la experiencia más aterradora.  Se nos aconseja: “abrir la mano y practicar el soltar” (EDTe, pág. 11). A menos identificación con el yo-persona, como único centro de referencia, mayor apertura a la vida tendremos; agarrar y soltar como ejercicio de confianza para estar seguros que lo que va a sucedernos siempre será la mejor opción.  Nuevamente, reflexiono, ¿Cuál debe ser el papel del sistema educativo, en la formación hacia la incertidumbre, lo desconocido, lo impredecible…?;

          • El miedo al desarraigo: Al vernos abocados a la muerte, nos confrontamos con el miedo a la soledad, y al desarraigo, vamos viendo como las raíces de la vida se van yendo, las vamos soltando, y cerramos el ciclo de vida, pero el tipo de soledad, que nos presenta la muerte se puede considerar de tipo existencial: morimos solos, aunque estemos rodeados de muchísima gente, este tipo de partida no es fácil de comprender desde nuestra lógica, pues vamos hacia lo desconocido.  Una manera de suavizar ese miedo hacia lo desconocido, es hacernos amigos de la silenciación interna y la soledad conscientemente buscada

            La soledad es un estado que genera rechazo en nuestra sociedad, es algo a lo que se le teme, se nos aconseja desde temprana edad, estar rodeados de gente, de ruidos y acallar el silencio, todo esto son aprendizajes sociales, que deberían ser deconstruidos en el proceso de formación, dentro del sistema educativo.

            • El miedo al modo de morir: Toda experiencia dolorosa, tiene un sentido, y el último sentido, puede ser, abrazar nuestra esencia, nuestra naturaleza, aunque sabemos que nuestra biología, nos programa para aferrarnos a la vida, y por eso necesitamos de una preparación extensa para saber decir adiós.  No quiero ser repetitiva, pero aquí el proceso educativo juega un papel preponderante, sabernos finitos y mortales desde muy temprana edad, facilita la comprensión del final de la vida, y la forma en que llegamos a ella, y por supuesto esto es algo que debe hacerse desde la Educación, como pretendemos hacerlo en nuestra organización continuo-educación.

              • El miedo al juicio: De acuerdo con nuestras creencias, el miedo al juicio final, puede llegar a ser uno de los temores con más arraigo y, además, sostenido por las numerosas generaciones que lo han ido tejiendo y nutriendo.  Este tipo de miedo, ha sido infundido durante siglos como la mejor herramienta de control, como humanos nos preguntamos: “… ¿Y si hay algo o alguien que me condena y me envía a las llamas eternas? “¿Y si un Ser justiciero me juzga según los cánones de lo que está “bien” y está “mal”?”  … (EDTe, pág. 14) … Los múltiples enfoques religiosos tienen que hacerse una pregunta profunda: ¿Contribuimos a la formación y el crecimiento del humano, o condicionados su vida, llenándola de miedo?

                • El miedo a la pérdida de control: Nuestro ego, quiere sentirse siempre el “conductor del tren” y podríamos decir que en cuanto a las acciones cotidianas; si somos quien conduce ese tren, pero, gracias a la autoconsciencia terminamos comprendiendo que no somos nosotros quienes conducimos el tren de la vida, lo esencial se escapa a la lógica de vida habitual a la que estamos acostumbrados.

                  Finalmente, y para cerrar esta reflexión, por lo menos por ahora, los autores nos exponen algunas condiciones para gestionar el miedo a la muerte; voy solamente a enunciarlas para poder desarrollarlas en un escrito posterior, donde sea este el objetivo de la argumentación:  1. Tomar conciencia y aceptar; 2.  Afrontar el miedo en el presente; 3. Aceptar el miedo; 4.  Relación culpa-enfermedad y su análisis; y 5.  Gestionar los sentimientos de culpa

              Referencias Bibliográficas

              Escuela Española de Desarrollo Transpersonal, EDTe (2023).  Acompañamiento en procesos de duelo y muerte:  Miedos y resistencias a la muerte.  Páginas 1-21 

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