En las instituciones educativas y en nuestras familias, nos educan para la vida, sin incluir la muerte (por ser un tema tabú), y una verdadera educación para un buen vivir, no puede dejar de lado la muerte, vida y muerte es un continuo que no se puede separar; si no se incluye la muerte dentro de las políticas educativas, el currículo, la enseñanza escolar y las pautas de crianza, estaremos dejando sin herramientas a los seres humanos para enfrentarse a la única certeza que todos tenemos:  La muerte. 

Reconocernos como seres mortales se constituye en una excelente apertura para la formación, para darle un real sentido a lo que hacemos en nuestras vidas, una vida que niega la finitud y la mortalidad no es una vida real, no viviremos vidas reales ni placenteras, si no nos reconocemos como seres mortales y finitos., que pueden y deben enfrentarse de manera preventiva y paliativa a las diversas y difíciles situaciones de pérdida significativa y de final, a lo largo de la existencia.