Algunas notas que caracterizan el acompañamiento educativo en el periodo de duelo…

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“…El enfoque posterior de la educación que incluye la muerte incorpora fundamentos y orientaciones aplicables al acompañamiento educativo en situaciones de duelo…”

(De la Herrán, A, et al., 2021, p. 126.)

    Los autores, De la Herrán; Rodríguez; Gonzáles y Pedregal (2021), en la Guía Educativa titulada:  La práctica de la pedagogía de la muerte, enuncian una serie de notas que caracterizan el acompañamiento educativo en el periodo de duelo, recordemos que una educación para la muerte hace referencia a dos enfoques pedagógicos básicos: el previo y el posterior, en este escrito de carácter reflexivo me voy a centrar en el enfoque posterior, es decir, cuando ya ha ocurrido el fallecimiento de algún ser querido significativo para el alumno, o grupo de alumnos, pero estas notas son extensivas y aplicables a hijos, familiares, o seres cercanos a quienes podamos acompañar en las múltiples perdidas que tenemos los seres humanos.  

    La muerte siempre está presente en los centros educativos, bien sea por una muerte anunciada o por un accidente inesperado, en los dos casos, los autores hacen referencia a que si la institución tiene un equipo de tutores formado  y cualificado en pedagogía para la muerte se podrá actuar con mayor profesionalidad, calma y conciencia, pues la muerte casi nunca avisa y su ocurrencia e impacto se tiende a ver lejano, lo que ocasiona que algunos centros educativos no se encuentren organizados con una planeación específica, que permita actuar con precisión.

    Pero, ¿cuáles son las pautas sugeridas para el acompañamiento educativo personal, desde la tutoría?: (por brevedad, enunciaré las más significativas):  a. Percibir que posiblemente podemos ser la persona menos adecuada para realizar este acompañamiento, una vez conozcamos los datos del fallecido y el fallecimiento; b. Favorecer una comunicación entre acompañante y acompañado equilibrada entre dar y recibir; c.  Incluir el respeto en esa comunicación, de modo que el acompañado pueda expresar de manera incondicional, sus necesidades emocionales como: ira, miedo, silencio; d.  Acompañarlo desde atrás; y e.  Expresar que seguimos disponibles para eventuales necesidades en un futuro.

    Con respecto a el acompañamiento educativo a un grupo de alumnos desde la tutoría, se proponen algunas pautas en el caso de que la persona fallecida tenga un alto vinculo afectivo: a.  Comunicar los hechos a la mayor brevedad, para evitar distorsiones; b.  Dar información precisa evitando dar datos desagradables e inoficiosos; c. Favorecer el silencio, si se considera factor importante para la madurez; d.  Favorecer la expresión de todos los sentimientos, como:  dudas, prejuicios, ideas, preguntas, etc.; y e.  Si el grupo así lo considera, sintetizar el apoyo a través de un rito o un ritual, de acuerdo con lo que le gustaba a la persona fallecida, como cantar, leer, diseñar un rincón en la clase, sembrar un árbol, o lo que de manera consensuada se acuerde.

    Las expresiones que los autores sugieren para este acompañamiento a un alumno o al grupo de curso, y que caracterizan un buen acompañamiento, deben centrarse en:  a.  No sé que decirte/ o no se que decirles; b.  A mí también me gustaría entender; c. Quiero que sepas/sepan que estoy contigo/ustedes; d.  Es muy duro/doloroso; e.  Yo tampoco entiendo; f. Si, es normal enfadarse, sentirse triste, impotente o estar con dolor; g.  Si necesitas algo/necesitan algo, aquí estoy; y h.  Guardar silencio.

    Hay algunos indicadores, que nos expresan que el acompañamiento educativo personal desde la tutoría es insuficiente, y se requiere un apoyo psicológico específico, si transcurrido un mes aproximadamente se observan los siguientes indicadores: a.  Llorar en exceso; b. Cambios extremos en el comportamiento; c.  Cambios significativos en las calificaciones y el rendimiento escolar; d.  Falta de interés por los amigos y actividades que habitualmente eran atractivas; e. Problemas de sueño y pesadillas; f. Pérdida de peso; g.  Apatía, insensibilidad y en general falta de interés por la vida; y h. Pensamientos negativos acerca del futuro o de lo que va a ocurrir.

    Finalmente, ya para concluir este escrito, que pretende generar reflexión en quien lo lea, se enuncian algunos de los errores más frecuentes que se asocian a la enseñanza desde este enfoque posterior y que pueden deberse al desbordamiento emocional de los docentes, o falta de conciencia o lo que es más preocupante, exceso de ego docente o institucional:  a.  No hacer nada cuando ocurren dichos fallecimientos; b.  Hacer como si nada hubiese ocurrido; c. Pedirle al orientador que hable con el alumno o el grupo para quitarse el problema de encima; d.  Acudir a esquemas doctrinarios o muletillas como: “Haz esto”, “léete esto”; “Habla con esta persona”; “No te preocupes”, “No llores”, “No pienses más”, “lo superaras”, “No te enfades”, entre otras. 

    e. Alejar a los estudiantes o al grupo del escenario afectivo, enviándolo/s a otro cuarto o de viaje; f. Aislarlo o aislarlos del proceso afectivo y del dolor de los demás, o hacerles participar del proceso de enfermedad y muerte asegurando que él/ellos tiene(n) la capacidad de afrontar estas situaciones reales y dolorosas; g.  Sobreproteger; h. Mentir, ya sea con o sin intención, con verbalizaciones como: “Se ha ido de viaje”, “te está mirando desde el cielo”, “Se ha dormido”, “Se ha ido al cielo”, etc; i.  Chantajear: “pórtense bien porque sino el abuelito me lo contará”; j. Hacer asociaciones torpes y gratuitas:  Diferenciarlo del fallecido con expresiones como: Los genes no siempre determinan, tu eres una persona saludable o asociar muerte a pecado, castigo, enfermedad o culpa. 

    k.  Desconfiar de la capacidad de resiliencia, recuperación y reparación que tiene el niño; l.  Intentar precipitar, acelerar o interferir en su proceso de duelo, evitando que reconozca y recorra de manera integral su tristeza.  Como conclusión, los autores nos expresan que debemos permitir que los niños terminen su recorrido en el periodo de duelo, y que seguramente saldrán del túnel con la conciencia renovada, lo más urgente es esperar, pero definitivamente la clave está en la formación pedagógica del profesorado, pues la mayoría de los errores didácticos que se observan en el acompañamiento no son técnicos, sino personales, y por esto se requiere con urgencia una formación pedagógico-didáctica profunda.

Referencias

De la Herrán Gascón, A; Rodríguez Herrero, P; González Collado, P y Pedregal Valle, M. (2010).  La práctica     de la pedagogía de la muerte.  Guía Educativa. Universidad Autónoma de Madrid, Fundación SM. España (Madrid).

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