En estas breves líneas, voy a hacer una reflexión acerca de una educación para el silencio o de una pedagogía del silencio, y me voy a basar en un texto de uno mis autores preferidos: “Silencio. El poder de la quietud en un mundo ruidoso” de Thich Nhat Hanh. Cuando me aproximé a este hermoso texto, mi mente, la que siempre piensa en la educación, volaba extrapolando todas esas tesis para aplicarlas en el mundo de la vida escolar, en el mundo de las instituciones educativas y ¿por qué no?, en las aulas; pues el autor no expone sus ideas pensando en la educación, sino el desarrollo del ser de los humanos.
Siendo así, voy a desarrollar tres tesis, que a mi juicio representan un alto valor formativo, es decir, si desarrollamos estas posturas en el escenario de la educación, siento que muchos beneficios y muchas ganancias tendríamos los seres humanos, cuando incorporemos el silencio como un estilo de vida, o como una condición de vida.
La primera de ellas, hace referencia al silencio interior, del cual nos dice el autor: “El silencio interior es esencial para poder oir la llamada de la belleza y responder a ella”, pág. 11; y agrega, si permanentemente nuestro cuerpo y nuestra mente están llenas de ruido, difícilmente podremos contemplar la belleza, nos expresa que si en nuestra cabeza suena sin cesar un radio, que él llama el del PSP (pensar sin parar), la mente, estará llena de ruido, y nos perderemos la llamada de la vida, de la belleza, del amor que nos llama pero que no tenemos tiempo para escucharlo pues jamás dejamos de sintonizar ese radio.
Si pienso en las prácticas educativas y de enseñanza, que gran beneficio tendríamos si nuestros formadores nos ayudaran a lograr ese silencio interior, a dejar por unos instantes, horas, días, (y el tiempo que fuera necesario), de sintonizar esa radio, esa radio que nos lleva a pensar sin parar, pensar por ejemplo en un pasado, por lo general lleno de arrepentimiento, con recuerdos y vivencias que desatan en nosotros los sufrimientos que nos causaron, o lo que es peor, una excesiva preocupación por un futuro donde prima el miedo, la ansiedad y la incertidumbre, que provoca lo desconocido, y quedarnos atrapados en ese futuro.
¿Pero, en donde debemos vivir con nuestros pensamientos, y que debe hacer la escuela o la institución educativa con esta primera tesis que expreso?, la respuesta es: Vivir en el presente, tener nuestra cabeza, nuestra mente en la realidad presente, y el autor señala que quienes nos acompañan en nuestro proceso formativo (educadores, padres, hermanos, amigos) o en el desarrollo de nuestro ser, nos deben ayudar con una práctica que él denomina: La plena conciencia, que es la práctica que ayuda a silenciar ese ruido interior, en esta práctica cuando inhalamos y exhalamos por unos segundos, hacemos conciencia de que estamos vivos, de que estamos aquí, con nuestra existencia, sin pensar en el pasado o en un futuro que no ha llegado. Es decir, para el autor, existir de verdad, implica liberarse de los pensamientos de ansiedad, miedo y deseos, se es libre, cuando no estamos gobernados por los sentimientos que evocan vivir en el pasado o en el futuro.
La segunda tesis que deseo enunciar en este pequeño escrito, la denomina el autor: “sentados juntos en el silencio”, y hace referencia a una práctica colectiva del silencio, un silencio donde todo el mundo deje de pensar, donde como colectivo nos centremos en respirar juntos y ese silencio colectivo nos asegura Nhat Hanh (2016), genera un campo energético muy potente, a esta clase de silencio lo denomina el silencio atronador, elocuente y muy poderoso.
Vienen a mi mente muchas de las prácticas educativas y de enseñanza de las que he sido objeto y aquellas que yo misma realicé con mis estudiantes durante estos 33 años de docencia, y de docencia universitaria, pero nunca, escúchenme bien, nunca trabajé el silencio como una práctica educativa que ayudara a mis estudiantes a conectarse a través de silenciar la radio, y generar como colectivo esa energía que Nhat Hanh, nos describe cuando la práctica del silencio se hace de manera grupal.
Tal vez nunca orienté este tipo de prácticas con mis estudiantes universitarios, porque yo también no me sentía muy cómoda con el silencio, es como si al implementar estos espacios de “aquietar la mente, y silenciar la radio”, pensáramos que no son tan formativos o se escapan a lo que tradicionalmente nos han enseñado como educadores o formadores, o como si este silencio, ¿implicara perder el tiempo?, bueno, no sé, tal vez esbozaría mas y mas argumentos, pero de lo único que si estoy segura es que en el escenario educativo se implementan prácticas colectivas, desprovistas de sentido formativo, pero que obedecen a una tradición que se niega a replantear o criticar la finalidad formativa de ellas, y el silencio, como modalidad formativa, requerirá espacios para ser implementada con la seguridad de concebirlo como el mejor escenario para crecer y desarrollar el ser de nuestros estudiantes.
Finalmente, para concluir, por lo menos por ahora, expreso mi tercera tesis, que está articulada con lo que acabo de enunciar en los párrafos anteriores, y que el autor lo denomina: “El miedo al silencio”, argumenta que para él, a muchas personas les da miedo el silencio, siempre están conectadas con algo, en el día a día; la música, los mensajes de texto, la radio, el televisor o los pensamientos, para llenar el espacio cotidiano, y el se pregunta: ¿Si la quietud y el espacio son tan necesarios para nuestra felicidad, por qué nos nos reservamos mas tiempo en nuestra vida para ellos?… afirma que, aunque estemos rodeados de mucha gente, nos podemos sentir solos, pues hay un vacío en nuestro interior que tratamos de llenarlo a toda costa y hacerlo desaparecer, pues nos incomoda, y la tecnología nos ofrece la posibilidad para estar conectados a toda hora. En la actualidad, la mayoría de nosotros vivimos “conectados”, aunque el sentimiento de soledad, no desaparece, nos volvemos obsesivos consultando el correo electrónico y las redes sociales, muchas veces durante el día, queremos compartir y recibir, pero surge un interrogante muy potente ante este comportamiento: ¿A qué le tenemos miedo?, ¿Tenemos una sensación permanente de aislamiento, de tristeza o de desasosiego?, esas sensaciones son muy antiguas y nos han acompañado durante el transcurso del desarrollo de la humanidad, y cuando estamos ante el silencio, ellas afloran más rápidamente y con gran claridad, y es aquí donde veo fundamental la intervención de los educadores o formadores y de la institución educativa para generar estos espacios de silencio, donde como humanos y orientados por un formador, que nos acompañe y guíe, nos dirijamos con amor y compasión hacia nuestros miedos, para desentrañarlos y exponerlos con la plena conciencia de que admitiéndolos y acogiéndolos podremos transformarlos en belleza, sabiduría y amor, sin que seamos juzgados por las creencias predominantes de una sociedad donde estar todo el día en el ruido nos asegura estabilidad mental y crecimiento, nada mas alejado de la realidad.
Referencias Bibliográficas
Nhat Hanh, T. (2016) Silencio. El poder de la quietud en un mundo ruidoso. Urano: España