La Muerte… el Miedo… y la Educación infantil

“…En Educación infantil el niño no tiene más miedo a la muerte que el que se le inculca. Una Educación Infantil que mantuviera a la muerte más libre del miedo contribuiría a la formación de personas menos condicionadas, más libres, objetivas y críticas…”

(González, I y De la Herrán, A, 2010, p. 124.)

    Los autores González, y De la Herrán, 2010, expresan que el miedo a la muerte, y la actitud que se asocia a ella, está fundamentada en unas nociones-fuerza, éstas se pueden concebir como estados de “conciencia aplicados” (González y De la Herrán, 2010, como se citó en De la Herrán, 2006), y se expresan en orden de egocentrismo creciente:

 “a) Estado de los [buscadores de sensaciones, de angustia, de terror]; b) Estado de tabú; c) Estado de indiferencia; d) Estado de adoctrinamiento; e) Estado de normalización o naturalidad; f) Estado de reconocimiento de su importancia personal y social; g) Estado de educación de la conciencia.

    Para los autores y para nosotros como organización, debemos movernos en los estados e, f, y g, sobre todo en el estado de “educación de la conciencia”, pero, resulta desalentador asegurar, según las investigaciones y teorizaciones, que nos encontramos en los estado a y b, la muerte sigue siendo un tabú; nos refieren que el niño empieza su vida sin temer a la muerte y termina su existir con el mayor temor, con un miedo aterrador:  surge el siguiente interrogante: ¿Qué ha ocurrido en el trayecto, en ese sendero hacia el final de la vida?.

    Para seguir explorando este interrogante, desde la condición de tabú, el miedo a la muerte favorece sublimaciones, y corre paralelamente al egocentrismo, que impide contemplarla sin las alteraciones propias del tabú; y desde una perspectiva colectiva, el miedo a la muerte y sus múltiples elaboraciones conceptuales, se encuentran condicionadas culturalmente, y por lo tanto la condición de tabú, es un arbitrario asociado a la cultura, y más allá del tabú muerte se encuentra la educación;  ese miedo nos hace rechazar la idea de que una educación y pedagogía de la muerte ayudaría a manejarlo y ¿por qué no? a disolverlo.

    Nos preguntamos: ¿Por qué la muerte está tan lejos de la educación formal?, y ¿De la educación infantil? expondremos algunas razones, la primera hace referencia a que carece de tradición profesional en didáctica, históricamente otros sectores sociales, (nunca la escuela), se han encargado de la muerte, pareciera que no hay confianza en la institución educativa, que debería ser la más idónea; la segunda, nos refiere a la evolución de la propia educación, del sistema educativo, puede que se considere demasiado pronto o muy tarde según la visión cultural donde se asienta la educación; la tercera nos habla de la escasa o nula preparación pedagógico-didáctica, del profesorado y de los tutores.

    La cuarta, se refiere al alto grado de tergiversación social de la muerte, que no hace posible y no facilita su comprensión, manteniéndose su “mala prensa”; en la quinta se nos expresa que el desconocimiento y el miedo, que se nutren mutuamente, alejan a las personas de la muerte y todo lo que a ella se refiera, conduciéndola a un “cajón cerrado”; la sexta, nos habla que para los poderes fácticos no hay interés en esta clase de indagaciones y propuestas, se muestran con indiferencia hacia ellas. Podríamos seguir enumerando múltiples razones, que den respuesta a los interrogantes planteados, pero este ejercicio excede este escrito argumentativo, hemos enunciado las más relevantes.

    Ahora, y siguiendo la lógica de lo expuesto por los autores, expresan que una educación para la muerte, sobre todo desde la educación infantil, puede considerarse como un campo de indagación e investigación educativa: inédito (por lo menos para la sociedad colombiana, podríamos asegurarlo).  Desde los albores de la creación de la institución llamada escuela, se ha insistido históricamente que esta debería educar para la vida, pero han arrastrado una contradicción monumental: “Si la escuela debe educar para la vida, ¿Por qué excluir la muerte?, (González y De la Herrán, 2010, pp. 131), vida y muerte es un continuo que no se debe, ni se puede separar, paradójicamente occidente la ha separado.

    En cuanto al enfoque educativo y formativo, si conocemos a profundidad la muerte, el morir y los duelos bien elaborados en la educación infantil, esto seguramente, nos conducirá a ser mejores seres humanos, a enfrentarnos a las pérdidas desde la conciencia, y no desde el ego, el miedo y el tabú, y nos seguimos preguntando: ¿Por qué está tan lejos de la escuela, y de la educación infantil, la educación y la pedagogía de la muerte?  Será que esta tradición se nos impone y creemos que es suficiente educar para la vida: ¿Qué implicaciones tiene para una sociedad, y sobre todo para la sociedad colombiana, (con más de 60 años de guerra), que la escuela no hable sobre el miedo a la muerte, sobre el sufrimiento, sobre el final de la vida, sobre el final que nos espera a cada uno de nosotros como seres mortales y finitos?

    En las investigaciones realizadas por el grupo de la facultad de formación y educación de profesorado de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), se encuentra que la muerte no se expresa en la enseñanza planificada, es decir en los currículos oficiales, por supuesto, esta conclusión la hacen para el espacio europeo, y se preguntan, ¿si la muerte desde la administración educativa oficial no se considera pertinente como ámbito formativo?, para ellos la educación oficial hace como si la muerte no existiera o lo que es peor, como si no tuviera ninguna implicación para la formación de los seres humanos.

    Ya para concluir este escrito reflexivo, los autores nos ejemplifican que ese hacer como si la muerte no existiera, si lo trasladamos al ámbito del desarrollo evolutivo, podríamos compararlo como un comportamiento adolescente. Pero este hecho se contradice, con la idea de que un niño de 3 años y ocho meses, ya sabe que todos los seres vivos mueren alguna vez. El niño de esta edad no puede comprender lo que caracteriza la muerte:  Lo inesperado, la irreversibilidad, y lo que a él le puede afectar; pero el sólo hecho de entender que todos los seres vivos mueren, nos indica una gran capacidad auto formativa, que probablemente estamos desperdiciando como sociedad, y que no la hemos utilizado para normalizar la muerte, el morir y las pérdidas dentro de la educación infantil.

Referencias 

González, I & De la Herrán Gascón, A (2010). Introducción metodológica a la muerte y los miedos en la educación infantil. En: Sobre los miedos y la muerte en la educación infantil. Tendencias Pedagógicas no. 15. Vol. 1

 

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