La muerte, el duelo y los ritos fúnebres: Expresiones socioculturales y religiosas

La muerte, el duelo y los ritos fúnebres: Expresiones socioculturales y religiosas

          La muerte es una constante en la vida, no podemos negar su existencia, somos conscientes de su irreversibilidad y la única certeza en la vida es su llegada. En la actualidad existen diversas formas de tramitar el duelo, distintas religiones y rituales que acompañan el proceso del continuo vida-muerte, pero: ¿Cómo surgió esa conciencia de muerte?, ¿Cuál es el papel de las religiones ante esta contingencia?

          Realicemos un breve recorrido histórico que nos permita acercarnos y conocer algunos aspectos relevantes de la importancia de las expresiones socioculturales y religiosas que las sociedades han construido.

          Hacer consciencia de la muerte se constituyó en un reto para los primeros seres humanos evolucionados, generar una mayor capacidad cerebral y relaciones sociales más eficaces, permitió que se resolvieran de manera práctica algunas inquietudes trascendentales. Por ejemplo, preguntarse: ¿Qué pasa con el vacío que deja una persona?, ¿Qué hacer ante la descomposición del cuerpo?, o ¿Cómo enfrentarse a que con menos miembros los grupos eran más débiles?; son circunstancias que provocan miedo y angustia. Y es allí donde surgen las construcciones sociales, los imaginarios que puedan dar una explicación a lo que ocurre, o al menos, manejar esas contingencias. (Ospina, 2021).

          Desarrollar una mayor inteligencia tuvo un alto precio, tal como saber que vamos a morir. De igual manera, se dio paso al pensamiento simbólico, es decir, hacemos abstracciones, tomamos consciencia de la muerte y nos preocupa qué ocurre cuando meorimos. Se han encontrado depósitos de cuerpos, que poseen un carácter ritual que se remonta a 130.000 años. En Colombia, el enterramiento más antiguo registrado es de hace 10.000 años aproximadamente y se ubica en la Sabana de Bogotá. Estos ritos responden a las cosmovisiones de los grupos humanos y, al igual que las religiones, son contextuales. Los ritos tienen como finalidad generar tranquilidad al grupo social, resolver el miedo al olvido y principalmente sentir serenidad al hacer lo que se supone se debe hacer con los muertos. Pero, entonces, ¿Cómo surgen estas expresiones socioculturales?

          El encuentro de entierros individuales y colectivos evidencia la inquietud ante la muerte y por ello se le da un carácter ritual. Así, varios grupos realizan enterramientos para separarse del cuerpo y en algunos lugares se acompañan de inscripciones, objetos o rituales para apartar el alma del mundo de los vivos. Un claro ejemplo que conocemos son los rituales funerarios celtas, quienes creían en la inmortalidad del alma y la atemporalidad en el otro mundo.

            Ellos dejaban los cuerpos de los grandes guerreros expuestos para que fueran devorados por los buitres y así volaban a reunirse con los dioses. Otros pobladores eran incinerados y sus cenizas enterradas con sus ropas, utensilios personales o comida como una manifestación de que sus objetos los acompañarían en el más allá. Un ritual conocido responde a las incineraciones vikingas que se realizaban en barcos y se creía que las almas vagaban hasta su reencarnación.

          Una ceremonia conocida se celebraba en el antiguo Egipto. Los primeros ritos eran simples, se sepultaba el cuerpo y a su izquierda algunos de sus bienes. Pero al avanzar la sociedad, todos los habitantes de la región conocían que después de la muerte se realizaba un viaje para encontrarse con los dioses. Por tanto, el cuerpo debía ser preparado en ceremonias de momificación, para evitar que se degradara, pues se realizaban un viaje con él por el río Nilo y era acompañado por plañideras profesionales quienes lloraban, se tiraban al suelo y se golpeaban el pecho demostrando el dolor ante la pérdida sufrida.

          Los sacerdotes realizan el entierro en los sarcófagos y así están preparados para enfrentarse al juicio o pesaje del corazón. Allí determinaban si podía continuar su viaje o si su corazón era devorado y su alma dejaba de existir. Es clara la organización de los egipcios y sus rituales, el papel de la religión y su importancia para que la sociedad explicara qué pasaba en y después de la muerte. Cabe aclarar que el contexto socioeconómico era importante, ya que la momificación era muy costosa y solo se realizaba a las personas de poder económico o social.

          De igual manera, en la América precolombina encontramos tradiciones frente a la muerte. Como afirma la Escuela Española de Desarrollo Transpersonal, EDTe (2023), varias culturas como la maya y náhuatl tenían dioses creadores del cosmos. Todos los seres humanos debían cumplir una misión en vida y, de acuerdo con sus acciones buenas o malas, se recibía un premio o un castigo. Para ellos, el espíritu de un fallecido habitaba por tres días la residencia terrenal y al oír las oraciones que se hacían, se daba cuenta de que había muerto e intentaba llevarse a sus familiares con él. Pero la muerte permitía la transformación y trascendencia del espíritu y este proceso duraba 40 días, donde al final los familiares despiden al difunto en el panteón.

          En Colombia, actualmente diversas comunidades también realizan rituales funerarios; por ejemplo, para los Nukak Maku, tribu de la Amazonía colombiana, la muerte no es el fin de la existencia, es el tránsito a otras esferas del existir. Así, cuando un Nukak muere, de él se desprenden tres espíritus, (Ospina, 2021). El primero se dirige hacia donde sale el sol, el segundo se queda viviendo entre la comunidad y el tercero se transforma en animal. Cada uno de esos espíritus adquiere un nuevo rol y lugar para iniciar una nueva vida.

          También tenemos los rituales del pacífico colombiano con las cantaoras de alabaos, una forma de despedir y acompañar a los muertos al más allá. Los alabaos son cantos llenos de espiritualidad, memoria y bienaventuranza, que se llegan a convertir en oraciones para alabar a los santos y acompañar a los muertos. Las mujeres son las encargadas de cantar y dirigir el ritual que saluda a la muerte y le dice adiós a la vida. 

          Como ya se dijo, los ritos funerarios son contextuales y se modifican. Claro ejemplo de ello ocurrió con la pandemia producida por el Covid-19. Los ritos y homenajes de las personas fallecidas se vieron afectados por la saturación de los servicios de salud y de las funerarias. Las diversas restricciones impuestas por la pandemia ante los ritos fúnebres fueron, entre otras, el límite de personas asistentes a los ritos funerarios.

          También se redujo el tiempo del velorio y se impuso la ausencia del contacto físico con el cuerpo. Muchas personas no se pudieron despedir de sus seres queridos y esto deja la sensación de que no se hizo lo necesario para acompañar a los muertos y deja intranquilos a los vivos. En los casos de no poder repatriar a las personas fallecidas, y cuyos cuerpos son cremados en otros países, se incrementa el sentimiento de vacío.

          En muchos casos se presentaron choques culturales, pues como medida sanitaria se decidió que los cuerpos se cremaran y en algunas ocasiones estaba en contra de los deseos de quienes fallecieron o de sus creencias. Pero una característica de los seres humanos es reinventar las maneras de honrar a sus muertos. Es así como, por ejemplo, cientos de familias encontraron en el Páramo de Guerrero, en el municipio de Cogua, Cundinamarca, la morada ideal para las cenizas de sus seres queridos fallecidos en la pandemia, junto a los árboles sembrados que nutrirán el entorno de la reserva forestal.

          Con este bosquejo podemos apreciar la variedad, riqueza e importancia que las   sociedades conceden a honrar la muerte y su entorno, de acuerdo con sus creencias. Por eso es vital que al realizar un acompañamiento o eduquemos para la muerte, el morir y las pérdidas, entendamos y respetemos estos ritos y creencias.  No es necesario compartirlos, pero conocerlos y respetarlos nos permiten tener una presencia más ecuánime, amorosa y cercana con quien acompañemos.

Referencias

Ospina, J. (2021). ¿A dónde van los muertos? Documento del curso. Bogotá. Transpersonal, E. E. (2023). El duelo y la muerte en las diversas tradiciones. Madrid.

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